miércoles, 12 de abril de 2017

"Un hombre en la oscuridad", de Paul Auster



Auster nos enseña el camino hacia la luz literaria en cada una de sus obras, desde la sencillez aparente de su prosa, la complejidad intrínseca de sus personajes y la excepcionalidad de su inventiva, consigue que sus páginas parezcan simples plumas deambulando sin rumbo fijo, de pura fatua ligereza intelectual reconvertida para mayor gloria del autor.

En "Un hombre en la oscuridad" hace partícipe al lector de un doble juego apasionante, combinando historias paralelas, reales e imaginarias, contrapuestas o complementarias, según se mire, y que nos ayudan en su combinación a comprender y descubrir la esencia misma de sus personajes, sencillos en apariencia, pero apasionantes en cuanto se hurga un par de frases más allá.

August Brill y Owen Brick, creador y obra, víctima y verdugo, demiurgo y libre albedrío, dos hombres y un destino, condenados a sobrellevarse a sí mismos en un mundo que no acaban de comprender del todo, ¿quién lo hace?, en una historia paralela que no puede sino hacernos recordar la "Trampa 22", de Joseph Heller.

Pero ya sabemos que la historia que se nos cuenta no es lo importante en la prosa de Auster, más bien al contrario, no deja de ser una excusa para que conozcamos a sus personajes, esos seres tan parecidos a ti y a mí que nos da miedo adentrarnos en sus contradicciones, no vaya a ser que lleguemos a comprendernos y acercarnos a la felicidad.

"Un hombre en la oscuridad" nos muestra el camino, una vez más, el real, el arduo, el que parte de nosotros mismos, conociendo a los personajes de Auster, entendiendo las circunstancias de August Brill, acabamos por conocernos mejor y aprendemos a respetar nuestras inchorencias existenciales, tan maravillosamente contradictorias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario