jueves, 7 de marzo de 2019

"Tiempo de Silencio", de Luis Martín Santos

                                              


El silencio es el origen y el fin de toda destrucción humana, de él partimos y hacia él nos dirigimos, sin solución de continuidad, enhebrando la aguja de la injusticia social con un finísimo hilo de cinismo opulento cargado de historicismo barroco y carente de toda lealtad a nuestra incoherencia intelectual congénita.

Luis Martín Santos lo sabe, y lo utiliza para su novela, aprovechando la colaboración del lector, que se reconoce, faltaría más, en el devenir vital, emocional y profesional de Pedro, el protagonista de su "Tiempo de Silencio", no tanto en la forma como sí en el fondo.

Con una narrativa algo espesa, el autor navega sigilosamente por las aguas del Madrid de su época, sacando a relucir lo poco bueno y lo mucho malo que cree encontrar, ofreciendo ciertos juicios de valor que, tal vez, se podría haber guardado para mejor ocasión, porque la crítica en la novela debe de ser, obtenida por el lector, nunca exigida por el autor.

Ese es, sin duda, el punto más débil de "Tiempo de Silencio", lo que la ha llevado a no envejecer como se merecía, ya que plantea dicotomias ya superadas con el tiempo, tomando partido y dejando cierto poso a rancio abolengo de ideología partidaria.

Eliminadas, si pudiéramos, dichas reflexiones implícitas en el texto nos encontramos con una novela soberbia, indispensable en cualquier biblioteca que se precie, de un autor que no ha sido lo suficientemente reconocido, cosas del corporativismo, ya sabes, pero que supo implementar un nuevo estilo a la literatura española, excesivamente anclada en el realismo y el costumbrismo del inigualable Delibes.

A Martín Santos hay que reconocerle el salto al vacío de su prosa, pausada y relamida, ceñuda y ajada por la petulancia intelectual, algo aceptado en la heterodoxia actual, pero revolucionario en los años 60.


En definitiva, no dejes de leer "Tiempo de Silencio" si quieres tener una perspectiva real de las letras españolas de nuestro siglo, tal vez algún día Martín Santos ocupe el lugar que, a mi modo de ver, merece. 

viernes, 11 de enero de 2019

"El cielo protector" de Paul Bowles



Te invito a un viaje, un viaje de verdad, de los de antes, de esos que ya no te puedes permitir pero con los que sueñas día sí y otro también, de esos en los que te embarcas cada vez que lees una novela de Paul Bowles, viajero empedernido que supo trasladar a sus novelas todas sus vivencias, reales o no.

Pero un viaje de verdad, en plan viajero, no como un turista, porque el turista visita con prisa, necesita volver, el viajero no, el viajero se deleita con el país que visita hasta sacarle todo el jugo, para bien o para mal, a veces para mal, como sucede con los protagonistas de "El cielo protector", o para lo que parece mal pero es bien en realidad, tautología emocional. 

Pongámonos en antecedentes, un matrimonio en crisis decide resolver su hundimiento marital con un viaje al norte de África, al desierto del Sáhara, tratando de encubrir su desierto interno con la belleza sin igual del desierto externo, y se lo puede permitir gracias a una herencia de esas que te permiten dejar de trabajar y dedicarte a disfrutar de la vida.

Ahí comienza la aventura que Bowles, uno de los grandes autores de la literatura americana del siglo XX, aunque con menos renombre que otros, cosas del maketing, supongo, que juega con el contraste cultural de los personajes y el entorno para ir adentrándonos en un sinfín de reflexiones, más o menos acertadas, si nos empeñamos en el juicio sumarísimo, siempre erróneo, y en una serie de idas y venidas que amenizan la novela de principio a fin.

No es una novela fácil, no nos vamos a engañar, el lenguaje es algo complejo y la estructura narrativa raya lo farragoso en demasiadas ocasiones, la perfecta compañera, sin embargo, para disfrutar del tiempo sin trivialidades superfluas, para dejarse mecer por el viento del Sáhara y viajar de la mejor de las maneras posibles, a través de una novela.

Sin duda, "El cielo protector" es la perfecta elección para estos días de crudo invierno en los que no apetece más que apurar el tiempo en casa.