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viernes, 30 de noviembre de 2018
"En la vida de Ignacio Morel", Ramón J. Sender
Dicen los que saben de eso que llaman éxito que tan importante es el talento como el tener los amigos adecuados que te ayuden a mostrarlo, porque el talento sin eco es como el árbol del bosque que cae al suelo sin nadie que lo escuche, un ruido en la nada, de la nada surge y a la nada vuelve.
Ignacio Morel, exiliado de la guerra civil española en Francia, lo busca, el éxito, pero sin excesos, un simple reconocimiento real, que no regio, mientras vive cómodamente en su cuartito en casa de una familia burguesa francesa.
Reconociéndose francés, con un trabajo cómodo como profesor en el Liceo y una vida social un tanto escasa, nada parece presagiar algún hecho de interés en su anodina vida, pero un escarceo amoroso inoportuno revierte la situación y trastoca toda su vida sin una próxima ni reconocida solución de continuidad.
Todo ello contado con esa mezcla tan característica de Sender entre la solemnidad y el sarcasmo intrínseco al ser humano, separados tan sólo por una imperceptible línea de realidad, esa realidad que a todos nos golpea al menos una vez en la vida.
A destacar sin duda la comedieta con la que nos sorprende el autor en las primeras páginas del texto, obra de Morel en su afán de convertirse en un escritor reconocido, y la solidez de la narración, marca de la casa, haciendo que breves pinceladas sean suficientes para que cada lector se construya su propia versión de los personajes.
Ramón J. Sender es uno de esos escritores, rara avis, por desgracia, que intentó vivir fiel a sus principios, sin escuchar cantos de sirena que pudieran hacerle naufragar en las procelosas aguas del reconocimiento literario y poco a poco, a fuerza de una desigual bibliografía logró forjarse una reputación al alcance de muy pocos.
Y "En la vida de Ignacio Morel" es, sin duda, una fiel metáfora de su obra, capaz de sorprender al lector por la crudeza de ciertos pasajes, divertirle por situaciones ajenas a la realidad y ajadas por el tamiz de la conciencia, o recordarle tiempos que creyó ya olvidados.
En definitiva, Ramón J. Sender, en general, y "En la vida de Ignacio Morel", en particular, deberían de ser de obligada lectura para doctorarse en emociones literarias en la universidad de la palabra, ¡qué pena que tan poca gente lo lea hoy!
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lunes, 5 de noviembre de 2018
"Si te dicen que caí", Juan Marsé
No nos vamos a andar con zarandajas a estas alturas de nuestra vida, "Si te dicen que caí", de Juan Marsé, no es una novela fácil, ni mucho menos, ni lo pretende, faltaría más, más bien al contrario, farragosa, de lectura compleja y digestión lenta, pero, ¡amigo!, el poso queda, y ¡de qué manera!
Con una prosa repleta de elegancia y profunda sensualidad, Marsé combina el lenguaje vivo y fugaz de la calle con la prosopopeya buscada, y a fe que encontrada, desglosando la cruda realidad de la temprana posguerra española desde el barrio, ya extinto, de Guinardó, convirtiéndose en un cronista indispensable de una época que no deberíamos permitirnos olvidar.
Los juegos temporales, las versiones diferentes sobre un mismo suceso, las "aventis" como rutilantes vías de escape, la violencia sexual reprimida y represora, y la permanente sátira sin filtro, nos permiten acercarnos a una sociedad que nos parece tan lejana pero que, a la vez, forma parte de nuestra idiosincrasia.
¡Pero el que avisa no es traidor! "Si te dicen que caí" requerirá todo tu esfuerzo, durante muchas páginas estarás perdido, la tentación de abandonar te asaltará cada día, y maldecirás al autor y a éste que te lo está recomendando al finalizar cada frase. ¡Esfuérzate! ¡Hazme caso!
Déjate llevar por la prosa poética de Marsé, sumérgete en la que seguramente sea su obra más personal, en su viaje a la infancia para intentar, más que recordar, decir adiós, o hasta la vista, hasta más ver, y una vez que la termines comprenderás tantas cosas que desconocías como desconocerás otras tantas que creías comprender.
Porque los hechos no son lo que son hasta que alguien los cuenta, y al contarlos la objetividad que nunca tuvieron se esfuma entre la yema de los dedos de la verdad para adentrarse en ese submundo apasionante al que todos llamamos subjetividad, desde el que emana toda la razón de nuestro existir.
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