sábado, 14 de enero de 2017

Las líneas paralelas, ¿nacen o se hacen?



Siempre me he preguntado por la antipatía que las líneas paralelas sienten entre sí, ¿cómo son capaces de sobrevivir toda su vida sin tan siquiera dirigirse la palabra, sin ser capaces de cruzarse ni un solo momento?

¿Qué suceso o incidente puede provocar tamaña disputa? Me gustaría poder hablar con una de ellas, cualquiera, reflexionar juntos sobre las causas, a propósito del origen de esa rivalidad eterna que hace que dos líneas con un mismo origen, un simple punto, apenas un trazo invisible de un bolígrafo inextricable, dos líneas, te decía, que se aferran a su orgullo, a su arrogancia, a su altanería, para mirar con indiferencia a su compañera, a su igual.

Pero, ¿las líneas paralelas nacen o se hacen?

Si en el principio fue el verbo, en este caso debió de ser el imperativo, la exhortación mal entendida, tal vez un padre a un hijo, un maestro a un alumno, o viceversa, vete tú a saber, una palabra, una insinuación, algo que provoca que aún antes de ser imaginadas, ni mucho menos diseñadas, las líneas nazcan paralelas, y como tales condenadas a vagar aisladas durante toda su existencia.

¡Qué pena de líneas paralelas! Dibujadas hasta el infinito, en eterna soledad.

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