Poco se puede decir sobre esta obra maestra de la Literatura sin caer en la redundancia pedante de los críticos de carrera más allá de ensalzar el envolvente áurea falazmente mágico de un momento, un lugar, un personaje.
Un momento, la creación de Macondo, de la nada, del vacío, sobre un terruño sin conquistar, una chispa de vida sobre la que construir una vida, un futuro, un pasado, una amargura eterna de soledad impostada.
Un lugar, la casa de los Buendía, escenario fundamental, punto de encuentro de generaciones, testiga de incestos, muertes y nacimientos, pero sobre la que García Márquez calla, cual meretriz, para esbozar sin describir, para prestarla al lector sin entregarla en su totalidad.
Un personaje, Melquíades, el gitano alquimista, un visionario o un advenedizo al mejor postor, un buen hombre, sin duda, añejo y ajado por las circunstancias vitales, las suyas y las de los demás.
Poco más que no sea repetir una y mil veces la grandeza de esta novela capaz de adentrarse en las entrañas del realismo mágico para dibujar en la mente del lector el realismo trágico del día a día de las sociedades latinoamericanas.
"...porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."
"...porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra."