viernes, 19 de mayo de 2017

"Tres habitaciones en Manhattan", de Georges Simenon



Cuando la soledad te atrapa se aferra a tu alma con una fuerza atroz y te arrastra por los vericuetos de la infelicidad sin que se atisbe el menor haz del luz al final del camino, angosto y agreste, ajado por el pasado, un pasado que nunca vuelve, que nunca querríamos que volviera, e incluso huimos de él poniendo tierra de por medio, no vaya a ser que nos encuentre. 

Françoise Combe huyó de todo, de su Francia natal, de su carrera artística, de su reconocimiento profesional, pero sobre todo, o exclusivamente, huyó de su mujer, de su ex-mujer, que encontró en la infidelidad la vía de escape a su pasado, al suyo, y condenó a Combe a vagar por Manhattan sin una razón real para vivir.

Una vida nómada revestida de sedentarismo ficticio, repleta de rencores falaces, anclas de la soledad, hasta que un día, una noche, tan igual, tan diferente, en un bar, uno cualquiera, Combe encuentra la palanca vital para rehacer su alma.

Kay, una mujer a la que no miraríamos dos veces si nos cruzáramos con ella en la calle, sirve de punto de partida para el abandono de la soledad, recorriendo las tres habitaciones que dan el título a la novela de Simenon en un tórrido romance que desde el sexo va construyendo el amor, dejando atrás a dos individuos presos de su soledad para deconstruir una pareja de dislexia emocional evidente.

Georges Simenon, el autor, utiliza "Tres habitaciones en Manhattan" para desintoxicarse de su personaje fetiche, Maigret, que ha acabado marcando toda su trayectoria literaria, en vida y para la historia, pero uno intuye esa misma mecánica intelectual, con la prosa rápida, ágil, y sobre todo directa, sin florituras, sin adornos superfluos que hagan distraerse al lector.

Es cierto, sin embargo, que la novela es algo irregular y en ocasiones se pierde la pasión y la emoción que promete y que, en el fondo, es el sostén que Simenon buscaba para la misma, pero embarcarse en ese viaje sin retorno hacia la felicidad conjunta, partiendo de la soledad individual, sirve para elucubrar los perfiles psicológicos de los protagonistas y comprender el sentido real de nuestra existencia.



jueves, 11 de mayo de 2017

Nostalgia de ti




Nostalgia de una pérdida ausente de realidad, de tu mirada triste, de tu llanto acalorado, de tu pasión helada, de tus sueños ajenos, de tus olores ácratas, de ese quiero pero no puedo y puedo sin querer, de aquellos días, de estas noches, de años por venir y otros que se marcharon ya.


Nostalgia de tenerte, de sentir, de vivir, de vencer al destino, de dejarse llevar, de abrir la caja de Pandora, de escalar hasta la luna para ver las estrellas, de romanticismo barato, de besos robados, de noches perdidas, de miradas lascivas, de condescendencia apátrida.

Nostalgia de poder decir tu nombre, de escuchar tu voz, de mentir a mi alma, de engancharme a la tuya, de liberar remeros, de esclavizar la verdad, de vender el futuro al mejor postor, de anclar mi velero en tu corazón.

Nostalgia de ti.